Crujiendo se abrió la tierra en esta parte del continente dejando un cráneo partido.
Miles de redes cristalinas caen desbordando gotas transparentes que mojan la tierra y
mojan el cielo.
Es un agujero que podría bien ser un océano potente o un árido trecho de montaña sin vida.
Al lado de ellas, no hay ser que parezca significante. Ni pie que no sueñe con resbalar y caer como tobogán por sus cabellos blancos.
Un pedazo de tierra dividida en tres países amigos se convierte en el escondite de mis temores más profundos.
La paz y la explosión juntas en una obra creada por nadie, o por todo.
Sentada tenebrosa en esa inmensidad lo pude comprender:
El odio y el amor viven juntos en su naturaleza.
Así como en el hombre,
dibujando las caras de una misma moneda increpante.
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